jueves, 22 de septiembre de 2011

LAS RAZONES DE MOISÉS (I). LA EXTINCIÓN DE LA FLORA MARINA EN ANTOFAGASTA

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LAS RAZONES DE MOISÉS (I). 

De Jaime Alvarado García

Habla con la experiencia de toda una vida. 
Pescador desde los doce años de edad, este antofagastino tiene sus propias conclusiones para explicar el agotamiento de los recursos explotables.
Vale la pena considerar su opinión, sustentada en sus largos años viviendo de los mares del Norte.
Moisés Ovalle, lleva el nombre del personaje bíblico “rescatado de las aguas”. Y su vida ha estado asociada al oficio de pescador, durante los 75 años de edad que ya frisa. Lo fue desde su misma infancia, siguiendo los pasos de sus padres y de sus tíos, lo que le confiere una tremenda autoridad para hablar del escenario en el que se ha desenvuelto por larguísimos años.



Y de tanto comprobar cómo se han agotado los recursos que antes eran abundantes, ha aprendido en forma refleja. No fue a la Universidad, pero usa los mismos conceptos que están en boca de biólogos y científicos en general. Tiene claras las cosas, sabe –sin esforzarse- “dónde va la micro” y en su modesta formación, es capaz de proponer las medidas que podrían desacelerar este agotamiento de los recursos que se aprecia en las aguas del Norte.


Pero Moisés Ovalle sabe que las autoridades no lo van a escuchar, porque no tiene el respaldo científico que validaría sus opiniones. Y lo deplora, porque el resultado de las investigaciones universitarias muchas veces está influido, contaminado u orientado por quienes hacen aportes económicos para efectuar esos estudios. Ha asistido a congresos, seminarios, talleres y una infinidad de reuniones con personeros de todas las esferas contingentes con el oficio de pescador, para discutir lo que sucede con los recursos hidrobiológicos y el estado actual de estos recursos.

EL HUIRO “CANUTILLO”.


Para Moisés la cosa es clara. Este huiro conocido como canutillo, (Macrocystis integrifolia), se caracteriza porque tiene unas vejigas que actúan como “flotadores”. 
“Hasta el año 1950, este huiro poblaba toda la costa del norte de Chile. Eran verdaderos bosques donde se albergaban peces y mariscos. Ese huiro se nutría con la materia descompuesta que se generaba con las varazones…” –explica. Relata con pasión aquellos episodios, que describe como un verdadero regalo de la naturaleza. “Entre diciembre y abril, se varaban jureles, anchoas, jibias, locos de embanque y lapas charcheta… Los pájaros eran incapaces de comer tanto y esa materia orgánica se descomponía; las marejadas la regresaban al mar convertida en un excelente nutriente que alimentaba los huirales…” –explica con notable claridad.

Agrega que la pesca industrial, que no reparó en cantidades, tamaños, estados de desarrollo de las especies, ni nada parecido fue la responsable de lo que ocurre actualmente y que tiene la costa y los mares del país al borde del colapso total. “Este es un asunto que nadie quiere reconocer y pocos están decididos a encarar, porque entre los parlamentarios que hacen las leyes, hay muchos empresarios pesqueros… Y se han hecho las leyes a la medida de su conveniencia, sin ninguna conciencia ecológica…Sacar hasta exterminar, esa era la tarea encomendada a sus flotas…Nuestros parlamentarios son sastres que hacen las leyes como traje a la medida. A la medida de su sintereses…” –denuncia, con pleno conocimiento de lo que afirma.
Cuenta que muchas veces, las marejadas arrancaban enormes cantidades de huiros, los que seguían distinta suerte. Unos se varaban y servían como combustible para los changos. O bien, sobre ese huiro tendían sus cobijas para dormir… “En ese huiro no se criaba ningún bicho… Uno podía dormir tranquilo y abrigado…” –recuerda.


En otras ocasiones, el huiro arrancado por las bravezas de mar era empujado mar afuera por el viento y las corrientes. Se entrelazaban, generando enormes balsas que navegaban a la deriva. “Estas balsas de huiros albergaban varias especies de peces que encontraban en el huiro un lugar dónde protegerse de especies mayores y desovar. Era común encontrar meros, agujillas, lisas voladoras y palometas entre sus enormes ramas… Hoy ya no se ven esas balsas flotando en el mar…” –dice como un lamento. 
“Es cierto que el huiro canutillo fue y sigue siendo explotado… Los huireros están talando las praderas en la costa. Usan chuzos especiales y arpeos para arrancarlos desde los roqueríos. No se fijan en ejemplares jóvenes o pequeños. Todo lo arrancan, porque todo va a los fardos… Se cortan toneladas y toneladas… Pero también es cierto que ha desaparecido por esa falta de nutrientes que yo señalo como el factor más relevante…” –asevera.
   


Finalmente reflexiona. A sus 73 años dice con penoso acento… “Este huiro canutillo fue creado por la naturaleza para albergar y proteger a otros seres…Nosotros los seres humanos que tenemos un cerebro que nos hace inteligentes, no hemos sido capaces de cultivar una amistad con la naturaleza… Yo me avergüenzo de ello…”-concluye Moisés Ovalle.

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sábado, 17 de septiembre de 2011

CHARLA "MUJERES DE LA INDEPENDENCIA" MUSEO DE ANTOFAGASTA

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El miércoles 21 de Septiembre, el Museo de Antofagasta continuará rememorando el mes de la patria, desde las 18:30 horas, en sus dependencias; con una charla titulada “Mujeres de la independencia”, dictada por Anita Del Fierro, quien hablará de la heroína de la Independencia de Chile; Doña Javiera Carrera.



LA HEROÍNA 

Javiera Carrera, heroína de la independencia de Chile. Hija mayor de Ignacio de la Carrera Cuevas y de Francisca de Paula Verdugo Valdivieso, fue activa partidaria de la independencia y ejerció gran influencia sobre sus tres célebres hermanos, Luis, Juan José y José Miguel Carrera Verdugo.
Recibió una esmerada educación y estuvo en su infancia rodeada por los hombres más ilustres del país, que visitaban la casa de su padre. Contrajo matrimonio en dos ocasiones, la primera con Miguel de la Lastra, el cual pereció ahogado en el río Colorado en 1799, dejando a Javiera con dos hijos. En 1800 se casó por segunda vez, en esta ocasión con Pedro Díaz de Valdés, asesor de la Capitanía General de Chile.
Al estallar la revolución independista en 1810, la familia Carrera, con Javiera a la cabeza, tomó partido por los insurrectos. En 1812 la fama de Javiera como ferviente defensora de la independencia era conocida por todo el país. Tuvo desde este momento una gran influencia sobre las acciones de sus hermanos, así como en el círculo social independista de la época.
Tras la batalla de Rancagua de 1814, que puso fin a la llamada Patria Vieja chilena, Javiera y sus hermanos tuvieron que exiliarse a Argentina. Allí, la familia Carrera vivió durante años en la miseria, carentes por completo de recursos económicos. Luis y Juan José Carrera fueron detenidos en 1817 y ejecutados el 8 de abril del año siguiente. Javiera estuvo al borde de la locura.
Poco después, el gobierno bonaerense detuvo a la propia Javiera, que fue primero desterrada a la Pampa y posteriormente internada en un convento. En 1819 logró escapar de Buenos Aires, al tiempo que su último hermano vivo, José Miguel Carrera, se unía al ejército sublevado del Alto Perú. En 1921 José Miguel Carrera fue fusilado en el mismo lugar donde habían perdido la vida sus otros hermanos. Javiera enfermó de nuevo y a punto estuvo de perecer.

Javiera Carrera no pudo regresar a Chile hasta 1824, año en que se embarcó en Montevideo rumbo a Valparaíso, donde fue recibida con simpatía por el pueblo. Javiera se retiró entonces a sus posesiones de San Francisco del Monte, donde permaneció durante cuarenta años completamente alejada de la vida pública. El 15 de julio de 1828, los restos mortales de sus tres hermanos fueron trasladados desde Mendoza a Chile, donde fueron recibidos con gran pompa por el gobierno del general Pinto, gran amigo de Javiera. Falleció a los 81 años de edad, el 28 de agosto de 1862; fue reconocida entonces como uno de los pilares del movimiento independentista chileno.
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jueves, 8 de septiembre de 2011

EL SUEÑO FLORECE EN EL DESIERTO: ANTOFAGASTA MEDIO AMBIENTE S.O.S

ANTOFAGASTA MI TAREA
MI REGIÓN S.O.S, MEDIOAMBIENTE

EL SUEÑO FLORECE EN EL DESIERTO


Los sueños, sueños son; escribió Calderón de la Barca, pero algunos sueños se hacen realidad. ¿Cuántos hemos soñado con ver lo eriazo del desierto, vestirse de la flora que tanto carece la arena cálida de nuestra tierra?
¿Quiénes además de nosotros mismos, nos creería la sequedad perenne de la zona que nos fue destinada para vivir?
Nárrale a un extranjero en pupilas y tacto donde vivimos; de nuestra geografía, y te dirán que es imposible, que argumentamos demás.
Sea como sea, el desierto nos ha criado, ha sido cuna para la infancia de nuestros juegos en la tierra; el desierto a dado vigilia a nuestra juventud de sueños; a la hora en que debemos partir al trabajo; él nos ha visto enamorarnos, llorar, amar, sufrir; ha sido el testigo mudo de nuestro paso por Antofagasta; nos ha despedido cuando llega la hora de partir a ese sueño eterno del que todos dormiremos.
Antonio Skármeta, dijo: “El desierto tiene eso que no deja partir aunque queramos, la quietud, la calma que dice, quédate, aquí te encuentras bien. Y pese a que nos vamos, pese a que no volvemos, sigue acompañándonos, somos sus hijos, y como buena madre que es, está siempre con nosotros. Esa es la sutileza de haber nacido en un lugar así, es tan seco, tan extremadamente desolado, que ya nada nos puede sorprender, nada tiene un tinte novedoso luego de vivir allí.”
Hoy recuerdo sus palabras al comprender que el sueño de ver ese mágico yermo vestido de colores, adornado por las flores que nunca llegaban, que siempre tenían algo mejor qué hacer que depositarse a descansar en sus brazos, se encuentran en su compañía, han cumplido la cita en camino, y lo han hecho sin esperas de la primavera, adelantando su presencia, dándonos ese guiño y caricia para nuestra mirada absortas de ver semejante prodigio hecho real.
Gracias a nuestros amigos de Caminantes del Desierto, y sus excursiones por el paisaje nombrado, hoy podemos observar semejante milagro; disfrutémoslo.

























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